Transcender los niveles de conciencia de Dr. David R. Hawkins,
nuevo libro aparecerá en Mayo.
Aceptar que el núcleo interno de nuestra existencia es autoexistente requiere soltar las definiciones del yo como un “quién” para vernos a nosotros mismos como un “qué”.
El antídoto del orgullo es elegir la humildad y la integridad en lugar de un posicionamiento, como ser importante, “tener razón”, tomarse la revancha, caer en la culpabilidad o buscar la admiración.
Una postura general de humildad facilita todo el trabajo interno y espiritual. Generalmente esto se pasa por alto porque la mente se enfoca en el contenido de los problemas apremiantes, en lugar de hacerlo en el contexto general dentro del cual se realiza el trabajo espiritual. La humildad no es solo una actitud, sino una realidad basada en hechos. El devoto tiene que darse cuenta, con humildad interna, de las limitaciones inherentes al hecho de ser humano. La “persona” no sabe realmente “quién” o “qué” es, de dónde viene ni cual es su destino, y es inconsciente de multitud de factores kármicos, tanto individuales como colectivos.
La mente es inconsciente de múltiples aspectos de la psique y de la influencia de numerosas energías invisibles producidas por las interacciones entre los campos atractores de la conciencia. Sin ayuda, la mente es incapaz de saber con seguridad si lo que desea se convertirá en una bendición o en un obstáculo.
La declaración: “Yo, por mí mismo, en realidad no sé nada” es literal porque, en el mejor de los casos, la mente tiene impresiones y suposiciones. La vida solo “tiene sentido” cuando se contempla en retrospectiva. Las prácticas espirituales acompañadas por la devoción proveen una fuerza adicional y reclutan apoyos invisibles. Por lo tanto, la fe y la confianza, además de la buena voluntad e intención, son guías seguras que han superado la prueba del tiempo.