Homenaje al Dr. Kenneth Wapnick por Jon Mundy

Por el fallecimiento del Dr. Kenneth Wapnick, 27 de diciembre de 2013

Supongo que les ha llegado la noticia del fallecimiento del Dr. Ken Wapnick el viernes 27 de diciembre. Ken tan solo tenía setenta y un años.

Encontré a Ken en abril de 1975, cuando Helen Schucman (a quien conocí en 1973) decidió que era hora de hablarme sobre Un Curso de milagros. Ocurrió en el pequeño y espartano estudio de Ken en calle 17 Este, en la ciudad de Nueva York. Al final de la reunión, Ken y yo decidimos que seguiríamos encontrándonos para seguir charlando. Estas conversaciones las solíamos hacer en mi apartamento-oficina del Seminario General de Teología donde efectuaba estudios de postgrado y educación.

Seis semanas después de que Helen me hablara sobre el Curso, conoció a Judy Skutch Whitson. Judy y yo estábamos trabajando en la American Society of Psychical Research (Sociedad Americana para la Investigación Psíquica), en Nueva York, y los dos estábamos enseñando en la New York University School of Continuing Education (Escuela de Educación Continua de la Universidad de Nueva York). Judy hizo varias copias del Curso y tuvimos la oportunidad de leerlo. Después de la publicación del libro, en junio de 1976, empecé a promocionar talleres, con Ken de protagonista, en la ciudad de Nueva York, en el condado de Westchester, y en mi parroquia, en el condado de Orange, en Nueva York.

Desde el año 1977 hasta 1988, fui propietario de un pequeño centro de retiro llamado High Rock Spring, en Katonah, Nueva York. Durante varios años, patrociné allí talleres con Ken, en general los fines de semana del día de los Caídos y del día del Trabajo. En 1979, la Foundation for Religion and Mental Health (Fundación para la Religión y la Salud Mental), en Briarcliff, Nueva York, me encargó realizar varios seminarios con profesores líderes en el campo de la psicoterapia y la espiritualidad. Organicé un fin de semana con Ken como orador principal.

Gloria estaba allí; me di cuenta por primera vez de que se intercambiaban miraditas y pensé: «Algo maravilloso está ocurriendo». Al año siguiente se casaron en una ceremonia privada. Ken estaba muy enamorado de Gloria. Una vez, en Temecula, California, cuando íbamos a cenar, recuerdo a Ken adelantándose para poder abrirle a ella la puerta del coche. ¿Cuántos hombres hacen eso?

Su dedicación, perseverancia y tenacidad, francamente, fueron sorprendentes. Tenía una habilidad increíble para concentrarse. En 1981, fui a verlo a casa de Gloria, en Ardsley, Nueva York, y me mostró el trabajo que estaba haciendo con el Glosario-índice para el Curso. En la época anterior a que existieran los ordenadores personales, él lo tenía todo dispuesto en tarjetas de tres por cinco pulgadas. Ken escribió treinta y un libros y produjo cientos de CD y DVD. Solo dormía seis horas, se acostaba a las diez de la noche y se levantaba a las cuatro de la madrugada. Estaba despierto trabajando mientras el resto de nosotros todavía soñábamos.

En 1983, patrociné el último taller con Ken, fue en High Rock. Entonces, ya no necesitaba mi ayuda, puesto que recibía más invitaciones para dar conferencias de las que podía atender.

Siempre he considerado a Ken como mi hermano mayor y un sabio consejero. Cuando tenía «problemas de mujeres», acudía a Ken, quien constantemente me ayudaba a ver más claro a través del laberinto. Durante muchos años, él me guió a lo largo de cualquier pasaje por el que trataba de navegar, al igual que Helen, quien también me ofreció su consejo; Ken nunca me juzgó. A medida que progresaba en el conocimiento del Curso, él me decía: «Está bien, ahora profundiza más».

Ken tenía la notable capacidad de estar en desacuerdo contigo sin atacarte. Podía corregirte y amarte al mismo tiempo, y lo hacia de forma afable. Leyó todos los libros que escribí del Curso, antes de su publicación, y se ofreció para comentarlos. Lo que hizo por mí, sé que lo hizo para muchos.

Al principio, Ken tenía un grave impedimento en el habla, pero con los años evolucionó su control superándolo casi por completo. Con el tiempo, y a medida que crecía con el Curso, Ken se volvió progresivamente libre, liviano y cada vez más juguetón; siempre fue el símbolo de aquel que está libre de las ataduras de este mundo. Fotos recientes de Ken lo muestran con una especie de sonrisa pícara en su rostro.

No puedo creer que se haya ido. Parece como si aún hubiera podido enseñarnos más. Sin importar lo mucho que aprendimos de Ken sobre el Curso: en el aula, en sus libros y en sus muchos CD y DVD, es Ken mismo quien realmente nos enseñó con su ejemplo. Ofreció solo amor, porque eso es lo que era. Hace apenas un mes, en una carta le dije: «No me puedo imaginar este mundo sin ti».

Cuando llamé al Dr. Bob Weltman para notificarle la muerte de Ken, Bob dijo: «¡Oh, cómo amaba a ese hombre!», y, a continuación, comentó, refiriéndose a una sesión que tuvo con Ken: «Cuando me levanté para irme, me abrazó y supe que me amaba». «Incluso las personas que se reunieron con Ken una sola vez, lo sentían como si fuera su amigo de por vida.

En una charla que yo daba en Winnipeg, Canadá, una señora me mostró, como un tesoro, una foto enmarcada de Ken procedente de una carta que había recibido de él. También otras personas me han enseñado sus cartas. Cuando se mudó a Roscoe, en 1988, Ken estaba tan ocupado con el traslado que no tenía apenas tiempo para contestar su correspondencia. Cuando por fin se sentó y lo hizo, respondió a más de cincuenta personas distintas. Tengo guardadas un montón de cartas de Ken y creo que muchos otros también las tienen.

Ken estaba en Omega, en Rhinebeck, Nueva York, en 2008. Vivo cerca de allí, así que un día, cuando estaba en un descanso, me acerqué para verlo y nos fuimos a comer. Después del almuerzo, nos sentamos juntos durante un largo rato, en silencio. No cerramos los ojos y nos pusimos a meditar expresamente: no nos mirábamos, tan solo estuvimos disfrutando de la belleza natural del entorno, ninguno de los dos habló. Hacerlo habría parecido extraño, artificial y superfluo en un hermoso momento de comunión. Rara vez me sentí tan completamente a gusto. Después de más de veinte minutos, nos miramos el uno al otro, sonreímos, nos abrazamos y nos despedimos.

Ni un solo día en su vida, vi a Ken enfermo, aunque alguien dijo que una vez tuvo un resfriado. El Curso es muy claro haciendo énfasis en el hecho de que «no eres un cuerpo». Durante estos últimos días, cuando Ken estaba más débil y la gente se preocupaba, él decía: «Yo no estoy muriendo. ¿Cómo puede morir el inmortal? Solo el cuerpo, que nunca es lo que somos, puede disiparse y desaparecer».

Se suponía que íbamos a almorzar este pasado agosto;  el día anterior, su secretaria, Elizabeth, me llamó para leer una nota humorística de Ken cancelando nuestra cita. Al final, resultó que tenía visita con el médico para hacerle pruebas. Poco nos imaginábamos que cuatro meses más tarde iba a abandonar este mundo.

 

«Ese momento ya ha sido fijado. Esto parece ser bastante arbitrario. No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino».

L-pI.158.3:1-3

Nunca sabrás cuando termina un plan de vida.

Ramakrishna, reconocido como un santo iluminado, murió de cáncer a los cincuenta años de edad. Ramana Maharishi, a quien también se considera iluminado, murió igualmente de cáncer a los setenta años.

Voy a extrañar muchísimo a Ken, al igual que otros miles que también lo amaban. Has oído decir: «¿Qué haría Jesús en esta situación?». Cada vez que he estado realmente atascado en el camino de esta vida, me he detenido y he dicho: «¿Qué haría Ken en esta situación?». Personalmente, he aprendido más acerca de Jesús a través de Ken, que del Jesús histórico o de la Biblia. A lo largo de los años, mucha gente me ha dicho que cuando miraron a Ken pudieron ver a Jesús en sus sonrientes ojos.

En 1991, escribí un artículo para la revista Miracles (Milagros), acerca de Ken, titulado «Impecable en el camino». No sé cuán cerca de la perfección se puede llegar en esta vida terrenal. Sé que el cielo es perfección y que él está allí. Si alguien alguna vez logró la perfección en esta vida… Ken lo hizo.

Sí, parece que lo he puesto en un pedestal, que así sea. Se le preguntó en varias ocasiones si iba a escribir su autobiografía, pero nunca lo hizo. Siempre respondía: «No se trata de mí». Todo lo que él quería de la vida era proporcionarnos una clara comprensión del Curso. A medida que prosigo el viaje por ella, estoy seguro que voy a seguir diciendo: «¿Qué haría Ken en esta situación?».

Realizaré una charla en Nueva York sobre el Curso el domingo 12 de enero, a las 13:30 en CRS, en el 123 de la 4.ª avenida. Se grabará para Youtube en directo. Voy a preparar un digno elogio y dedicarlo al hombre más notable y avanzado espiritualmente que he conocido.

Cariñosamente, Jon Mundy

Traducido por Félix Lascas

 

Homenaje a Ken Wapnick

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2 enero, 2014

4 Comentarios sobre Homenaje al Dr. Kenneth Wapnick por Jon Mundy

  1. Buscando respuestas sobre una situación amorosa, sintiendola muy real encontre este articulo, gracias, parecera extraño, por que habla de la partida de ken, pero, pedi el cosuelo que brinda Jesus llegue aqui, gracias.

    • Gracias a ti Lupita, por compartir tu historia co nosotros. Nos alegramos mucho de que este artículo te haya ayudado. Recibe un cálido saludo.

  2. Hola, Lupita, Jesús ofrece consuelo pues está en tu mente, tu estas en mi mente y reafirmó con estas palabras mi creencia en la Vida que he decidido olvidar. Quizás suena críptico, pero no tengo que complacer a nadie, solo al Padre y Él se complace con su creación. Celebro que el artículo de Jon Mundy te ayudara, él admiraba a Ken como todos los que lo conocimos, pues cuando nos conocemos de verdad la comunicación es el medio natural del Amor. Simple y natural plena y certera, segura pues descansa en los brazos del Amor. Y Jesús nos dice:
    No enseñes que morí en vano. Enseña, más bien, que no morí, demostrando que vivo en ti.
    Y está fue la frase que nos dejo Ken cuando dejo el vestido viejo que ya no servía al propósito que enseño y demostró.

  3. Al final…Todo camino tendrá un desenlace feliz..Nuestro encuentro con lo real..Amo la mente que habla por Kennet…Vivo enamorada de su forma sutil para mi entendimiento inocente. Entra como miel en una taza de té y se disuelve l8bremente con el perfecto sabor.. Gracias. Quito Ecuador. Jacquie

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