Relaciones en la forma
Un nutrido grupo de personajes, unos doce, en reunión con un propósito, siempre. Tal vez unificado al tiempo que se muestra para ser visto por todos. El propósito del encuentro entre seres humanos, no puede ser muy diferente del encuentro con Dios. Más bien diría que son exactamente lo mismo. Reencuentro.
Desde cualquier lugar del encuentro, uno mira y se mira, si así lo decide. Como una forma de jugar a un juego que en verdad es muy serio, aunque Él me recuerda que no deje de reír. Ese es el pensamiento que recuerdo en un instante en el que las formas toman el poder de la mente que acompaña a mi cuerpo, a mi ser que algún papel parece que representa aquí, o varios en el tiempo. En realidad que más da.
Toda reunión, encuentro, debe tener algo preparado, pues esta forma de vivir al ego le gusta y la mente le obedece a pies juntilla, dándole la razón en eso y en mil cosas más. Es un proceso instantáneo que no precisa en muchas ocasiones ni siquiera de unos segundos de atención. El ego dice, esto es así y uno le obedece como si de la máxima autoridad, en este mundo, se tratara. Sin discusiones aparentes.
El gobierno del ego
La niña de unos meses de edad come sola. Con ella, la suma, da trece. Usa sus limpias y tiernas manitas. Eso de los cubiertos no es de su mundo por ahora. Ya le llegará seguramente el momento-proceso de aprender, de eso también. Y a su ritmo va haciendo. Mira, observa, transmite pensamientos santos, amorosos, de pura quietud, de verdadera inocencia. Sus gestos, conviven en total armonía con su mirada, con su sonrisa, con sus leves susurros, con su hacer poco a poco, en eso de alimentarse, sin más.
Y en el otro extremo del ciclo, las abuelas. La de más edad y la de menos edad. Juntos los tres personajes del árbol aquí presentes. Para perpetuar el mundo que veo. Historia, presente y futuro. ¿Y el final? Reinicio o fin. ¿Quién decide? ¡¡¡ Ay Dios !!!
En la reunión todos están por todos. Que maravilla. ¿Será de verdad esto que creo ver? ¿Dios hace esto con lo Creado?
Jugando en el tobogán
Bajar es rápido. Subir cuesta más. Bajar sería el equivalente a soltar los pensamientos sin vacilar para nada. Tal cual se producen en la mente que los piensa. Condimentados al instante, con lo del Instante. En cambio subir cuesta más.
Pensar desde la mente propia del ser humano, esa de la que se creyó poderse apoderar al mismo tiempo que separarse de la Mente, de la Verdad. ¿A quién quieres engañar? Pensar en este mundo, incluso aunque fuera un pensamiento positivo, de ayuda, de colaboración, de dar, incluso así, ese pensar no es el Pensar de Dios, en Su esencia.
Los pensamientos de Dios
….. están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. (T-30.III.8,1)
Miro todo lo anterior y ¿qué me queda cuando veo?, cuando la observación en plenamente libre, sin causa, pues ese es el efecto al que el mismo Cielo le pone el nombre. Amor. Sin causa. Creado.
Los ojos siempre buscan encontrar. Esos son los ojos del cuerpo, los que precisan de ver algo que les de cierta o plena seguridad de que aquí o allí, en el lugar donde crean que se encuentran, les haga sentir que están en un espacio o lugar, en el pensamiento, que les es conocido. Aprendido, recordado. Claramente.
Y el ser-humano no piensa como Él. No sabe. En su aprendizaje ni siquiera incluye esta posibilidad aparente de que por ahí hay una salida a su atasco. Tal vez prefiere esperar, culpar, ver que ahí afuera se encuentra la causa de su historia en la que uno mismo paga soportando los efectos.
Y el sueño tocará a su fin
Fijándome en el tiempo, un sin sentido más que sólo tiene sentido en este mundo creado a modo de circo, con infinidad de pistas donde poder encontrar aquel número que uno cree necesitar sin haberse mirado antes por dentro. Hacia adentro.
Uno decide esconderse tras los payasos, los caballos, las carpas, los músicos, los trapecistas, los ruidos, las palomitas de colores de mil sabores que distraigan al mismo pensamiento que me trajo aquí. Donde me creo que estoy.
Entre yo y Dios. Un pensamiento de Unión o de Separación y esa puede ser la clave. Pendiente de prueba.
Bendiciones,
Rafael Carvajal