Me cruzo con gente. A mi me parece que cada uno carga con sus pensamientos a modo de historias, recientes algunas y llenas de años otras. Trato de no juzgar, pues a quien estoy juzgando es a mi mismo y me doy cuenta. Pido corrección al Espírito Santo y me llega a través de una amplia sonrisa que me veo en mi mismo. Justo estoy pasando frente a un gran espejo. La vida. L-196 “Es únicamente a mí a quien crucifico”.
En uno de esos momentos o instantes de elucubraciones mentales de lo externo, me aparece una línea de salida, un estadio olímpico a rebosar de público, parece que de aficionados; pero vete tú a saber los motivos por los que, cada mente-cuerpo que ocupa un asiento, está allí. La prueba es: relevos 4x4oo metros lisos. Ocho calles, 1.600 metros en total, pendientes de ser recorridos, a tanta velocidad como cada una de las participantes de esta fiesta, sean capaces. También dependerá de lo que aquí se le llama suerte; pero y ¿qué hay de ese espacio donde reside la plena paz donde la confianza en Uno mismo es plena? (T-19.IV.2,4) “El Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él.”
Relevos, como si de un procedo vida-muerte se tratase. En 1600 metros, cuatro procesos de nacimiento y muerte, hasta que al final parece que se llega a algún lugar diferente o distinto al del inicio de la vida, de la carrera, de la prueba en este caso atlética. Cuando suena el disparo salen, como quien sale a la vida después de haber estado retenido durante un tiempo sin quererlo. Salen disparadas, copiando al disparo que dio la orden de que era la hora, el momento justo de salir. Parecido a un embarazo que llegó a su fin. Igual al momento de salir ahí a vivir en la experiencia de una vida, encarnada en un cuerpo-atleta, limitada en el tiempo preciso para recorrer esos cuatrocientos metros lisos que cada una de las participantes tienen por delante. Una vida equivale a una experiencia. (C-3.7,4) “Pero la Voluntad es la constante, por ser el don de Dios.”
Pongo mi atención, mi foco, en una sola de las participantes, para no distraerme más. Calle 3. Mujer joven de piel morena. Traje super-ajustado de colores brillantes. Camiseta de tirantes y una frase escrita que no logro leer desde el lugar que ocupo. Por el símbolo que lleva grabado, representa a un país desconocido para mí, como otros tantos. Sonríe. Una sonrisa de esas que no esconden los nervios de un instante presente vivido en los recuerdos de otros instantes pasados. Un no estar ahí, donde parece que estoy. Se escucha … Preparados y pasa a ocupar el lugar y el espacio en el que su concentrada posición le permita salir disparada adelante, sin saber qué pasará allí, un poco más allá de donde ahora se encuentra. (T-25.VIII.5,7) “Es imposible que la equidad y la venganza puedan coexistir, pues cada una de ellas contradice a la otra y niega su realidad.” ¿Dónde esté el pensamiento?
Y cuando la carrera comienza, comienza la vida. O tal vez es todo al revés, que cuando comienza la vida comienza la carrera, aunque claro … ¿cuándo comenzó realmente esta experiencia de vida? La situaré en la línea de salida, para no liar más el tema que expongo. Línea de salida, comienzo de una experiencia de vida a la que titulo: “Ya se sabe el resultado; pero ella no es consciente”
Mirada a ambos lados para observar qué pasa en el pensamiento de sus contrincantes o contrarias. Como si eso fuese tan fácil. Y en poco más de tres segundos suena un disparo a modo de trueno que pone en marcha en contador del tiempo. Tiempo vida. Vida en cuatrocientos metros, pendientes de ser recorridos. Nada más se sabe. Solo las condiciones previas, siempre condicionadas en el pensamiento que todo lo aprende, a su manera. Claro. (L-291-300) “¿Qué es el mundo real? 5,1 El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido al propósito que Él le había asignado” Tal vez lo que veo como real es lo falso y lo falso es en verdad lo real. Allá cada mente-pensamiento.
Ya en plena carrera siento que su único deseo es llegar justamente al final, al límite. Su deseo es tu deseo, escucho.
Amplío mi mirada a todas las participantes. Veo que cada una de ellas funciona de forma diferente en cuanto a velocidad, movimientos, respiración … veo cuerpos que se muestran para eso, para que los vea. ¿Quién soy yo de esos cuerpos? Todos al mismo tiempo, incluidos sus pensamientos.
Mi yo ocupa uno de esos cuerpos. Precisamente el que ocupa la calle 3. Y desde ahí y desde la grada al mismo tiempo, voy de vida en vida, hablándole al otro, en una conversación que aparentemente es entre dos que se muestran para verse. (C-3.2,1) “Al perdón podría considerársele una clase de ficción feliz: una manera en la que los que no saben pueden salvar la brecha entre su percepción y la verdad” Ahí observo mis pensamientos en modo vaivén, en los que uno, yo, pretende que el otro cambie, modifique, haga y deshaga aquello que desde el lugar que ocupa en si mismo no se atreve a hacer. Parece que un punto neutral, que sitúo a mitad del espacio que separa al yo espectador y al yo atleta, me lleva a descansar de este pensamiento, tal vez dejando pendientes algunos metros de vida por recorrer.
Bendiciones.