Dios piensa de otra manera -Preguntas y respuestas- (3)

-Preguntas y respuestas- (3)

(Interviene otra participante)

P: Estoy buscando una receta para la paz mental y cuando conducia hacia aquí vi a un hombre saltar de un puente. Primero creí que era un salto deportivo, pero en seguida me di cuenta de que no había cuerda y el hombre se golpeó contra el suelo. Y desde entonces estoy buscando… ¿Cuál es el proceso?

(Ver orden de publicación del taller)

R: Ese es un buen ejemplo. No hay receta ni fórmula, sino que hay un proceso. El primer paso es: de ninguna manera debes negar lo que viste ni lo que sentiste. Tiene que haber habido una reacción: enojo, miedo, culpa, depresión. Es muy importante no negar lo que sentiste, respetar la experiencia tal como fue. Al principio del texto, Jesús nos dice que negar es una forma particularmente no válida, cuando negamos las experiencias en el mundo, lo que es una manera de decir: no lo hagas. No niegues lo que tu cuerpo siente, ya sea algo físico o psicológico. Es algo duro observar lo que viste, pero cuando lo haces hay una parte tuya que te habla: «tiene que haber otra manera de ver esto». Pero no lo puedes decir hasta que no seas consciente de cómo tu ego lo ve.

Esta situación no es diferente de cuando estas viendo las noticias sobre la última invasión, la última batalla, el último bombardeo, o violación, secuestro, o lo que hizo el último tornado, o tsunami. No hay diferencia, es todo lo mismo. Sólo que en este caso no lo estás viendo en las noticias, sino que lo estás viendo directamente. De modo que no niegues lo que estás experimentando. Cuando los sentimientos que experimentas se vuelven tan intolerables y dices «tiene que haber otra manera de ver esto», entonces te abres a otra visión, es decir: «no pasó nada en la autopista», lo que significa que un Hijo de Dios que creyó que era un cuerpo, es muy probable, —aunque no tiene que ser así necesariamente—, experimentó depresión, enojo, miedo o lo que fuere, y creyó que la salvación era saltar y acabar con su vida. Probablemente esto fue lo que pasó. Todo ocurrió en su mente porque las ideas no abandonan su fuente. Él se sintió tan atemorizado del amor y tan identificado con su ego, que pensó que la única salida era castigarse lo suficiente dando fin a su vida.

En menor grado, tú sientes una pérdida de paz, porque es muy difícil no sentirla en esas circunstancias, y compartes el sueño de esa persona. Quizás no te estés comportando igual, tu conducta es distinta, pero estás haciendo real el sueño. Estas validando el horror del sueño de la separación, la culpa y la existencia. Si no fuera así no te afectaría. No tendría ningún efecto si no fuera porque hasta cierto punto estas de acuerdo con lo que esa persona hizo. De otra forma no te molestaría. No quiere decir que estés pensando en suicidarte, pero sí significa que te unes al sistema de pensamiento del ego. Y punto. Eso es todo. Ese es el proceso: te identificas, primero te quedas con el problema tal como lo experimentas hasta que eso se vuelve tan intolerable que pides ayuda. Y la ayuda es, como se dice en el capítulo 21: «El mundo que ves es una representación externa de una condición interna». Así que lo que ves afuera es una proyección de lo que primero hiciste real dentro. Es decir que sea lo que sea que le atribuiste a la persona que saltó del puente, tiene que haber salido de tu interior porque no hay nada externo a ti. Recuerden: No puedes escaparte de la metafísica del Curso si quieres aplicar de verdad los principios del Curso a un evento concreto como éste. Si literalmente no hay nadie ahí afuera, esto tiene que venir de dentro y si las ideas no abandonan su fuente, permanece dentro de ti.

Entonces, una vez que has transitado por el horror, la humillación, la ira, la culpa, el miedo del suceso exterior, lo traes de regreso dentro y, te das cuenta de que lo que ves ahí afuera viene del interior, proviene de la decisión de tu mente en favor del ego. Has hecho tu trabajo y punto final. Cuando el Curso habla de los tres pasos del perdón, éstos son los dos primeros, el tercero no es tu responsabilidad. El primero trae el problema desde afuera hacia adentro, el segundo, es decir con plena conciencia: lo que veo dentro es algo que inventé. Y no te juzgas a ti mismo, por supuesto no juzgas al otro ni a nadie de los que estén allí. Y te dices: sí, elegí a mi ego, luego lo proyecté hacia fuera y esta persona eligió su ego con todas las horribles consecuencias de haberlo elegido y todo esto me resulta muy incómodo. Pero lo que te resulta incómodo no es lo que tus ojos han visto, sino la decisión de tu mente decisoria en favor del ego.

Citamos otro pasaje del Curso: «Miras el problema como es y no de la manera en que tú lo inventaste». Esa es tu responsabilidad y allí te detienes.

La forma en como se originó es decir,— la razón por la que me siento tan disgustado—, el impacto que sufri, no me deja centrarme en otra cosa, solo veo como esa persona saltó, ¡es que saltó!…¡Qué cosa terrible! debí haberlo detenido, o no… o, me alegro de lo que hizo, o estoy asustado por lo que hizo, etc., pero mi falta de paz ahora, dice el ego, es por el hecho que presencié hace dos horas.

Así es como se originó el problema. Lo que tenemos que hacer es ver lo como es y no como lo imaginamos. Es decir, tomamos la proyección y la traemos de vuelta adentro. De ese modo, vemos el problema tal como es; y es que yo elegí a mi ego. Lo que sea que esa persona hizo en el puente es cosa de él, — es así de fácil—, es su asunto, no es mi asunto. Si por eso estoy alterado, si no estoy expresando perfecta paz y amor es porque yo elegí mi ego en lugar del Espíritu Santo. Eso es todo lo que necesito saber,— no me juzgo más por eso—, no califico al que saltó de pecador ni a mí como pecador. Me detengo ahí. «El perdón es tranquilo, y calladamente no hace nada, simplemente mira, espera y no juzga»

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