Dios piensa de otra manera (Ese fue el comienzo del fin para Helen)

Ese fue el comienzo del fin para Helen

Describo ahora otra experiencia que tuvo Helen, anterior al Curso y a su llegada al Medical Center. Recientemente había recibido su doctorado en psicología. Por entonces, era una mujer de mediana edad, que había vuelto a estudiar.

(Ver orden de publicación del taller)

Destacada investigadora en Psicología, parte de sus habilidades residían en solicitar y obtener fondos que aseguraban que ella y el departamento para el que trabajaba recibieran dinero del gobierno para investigación, algo muy común en la política académica.

Estaba segura de que le iban a aprobar esos fondos, lo que la promocionaría y catapultaría su carrera. Esto ocurría un viernes y ella esperaba noticias el lunes o el martes. Entonces, hizo algo que para ella era bastante habitual, visitar una iglesia.

No era católica, al contrario, despreciaba la institución, no le gustaban para nada sus enseñanzas, pero se sentía muy a gusto y consolada cuando iba a una iglesia católica, especialmente cuando no había nadie. Creo que se trataba de la iglesia de san Vicente y san Pablo, en la calle catorce, en Nueva York. Se sentaba frente al altar de María.

Tenía numerosas dificultades con Jesús, pero no con María. Estaba sentada tranquila y, de pronto, escuchó una voz. Esta fue una de las pocas veces que escuchó una voz en esa etapa de su vida. Y esa voz le dijo: «No vas a obtener esos fondos».

Helen palideció y la voz le dijo: «Esto no es negociable». «Voy a obtener esos fondos», respondió ella. Pero la voz fue muy clara: «No, no vas a obtener esos fondos. En otras palabras: Yo pienso de otra manera». Salió furiosa de la iglesia. Y unos días después recibió la noticia de que los fondos habían sido denegados.

Así que escribió cartas buscando empleo. También llamó a un amigo y le dijo que necesitaba encontrar un empleo.

El amigo le dijo que enseguida la llamaba y a los pocos minutos la llamó, diciéndole: «Aquí está el número de teléfono de la persona a la que tienes que llamar, se llama William Thetford. Dile que eres la persona que está buscando, etc». Ese fue el comienzo del fin para Helen… (Risas). Siempre recordaba ese momento con temor. Pero, bueno, eso es lo que pasó.

Lo opuesto de lo que ella quería

Una vez Helen me comento que la manera de saber que la voz que le hablaba era la de Jesús era porque cualquier cosa que le decía era exactamente lo opuesto de lo que ella quería, lo cual no sería el mejor criterio que uno debería usar, pero ese era el que ella usaba.

Porque Dios pensaba de otra manera. Y eso es lo que nos dice en cada página de este Curso. Creo que la experiencia de Helen es bastante común. En su caso, Helen estaba totalmente consciente y reconocía su enfado  al saber que siempre iba a perder.

A ella no le gustaba perder, era una ganadora nata. Casi siempre obtenía lo que quería, poseía una férrea voluntad y era sumamente inteligente, por decir lo menos, pero sabía que había encontrado la horma de su zapato en Jesús y en este Curso.

Y si prestamos atención al subconsciente, veremos que a todos nos pasa lo mismo. A menudo se sentía disgustada con lo que escuchaba y a menudo discutía con «La Voz», pero sabía que «Eso» tenía razón y ella estaba equivocada, lo que le enfurecía.

Esto se puede aplicar a todos. Recuerden que la premisa fundamental metafísica de este Curso es que el mundo es una ilusión. Y es una ilusión porque el pensamiento que construyó el mundo, o sea la culpa, es una ilusión. Es una ilusión porque se basa en el pensamiento de que he pecado al separarme de mi Creador y Fuente.

Esa es una ilusión y nunca ocurrió; si nunca ocurrió no hay separación, no hay pecado, no hay culpa, no hay proyección de la culpa porque no hay nada que proyectar y, por lo tanto, no hay mundo. Si no hay mundo, ¿qué estamos haciendo aquí?

Por supuesto, la respuesta es que no estamos aquí. Y esa es la respuesta que no nos gusta, por eso es tan fácil que la gente deje a un lado este aspecto del Curso y se centre en: yo debería dejar de juzgar, debería perdonar a la gente, debería soltar mis resentimientos, debería ver a todo el mundo como igual, y debería pedir ayuda, etc.

Todo esto no tiene nada de malo como práctica, pero constituye únicamente el comienzo del viaje. Cuando mucho, esto los llevará a la cuarta etapa de las seis a las que se refiere el Manual como las Etapas del desarrollo de la Confianza.

Continua con: Dios piensa de otra manera (La base y el final de la escalera)

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