Este es un extracto significativo de la obra de Ken Wapnick, El poder sanador de la bondad, nadie como él aclara el programa, demente, contradictorio y asesino que es el ego. ¡Gracias a Dios que no lo somos! aunque creemos serlo, hasta que no se disuelva la creencia, seguiremos sufriendo, lo “jodido” es que al ego le gusta sufrir, aunque afirma que no.
—Félix Lascas
Pregunta: Si he trabajado mucho mis juicios respecto a otra persona y me siento en paz, cuando regrese a mi ego, ¿regresarán todos los pensamientos asesinos?
Respuesta: Sí. El ego es un sistema de pensamiento 100% ego —no disminuye. Es odio y asesinato hasta la médula y, por lo tanto, si regresamos a nuestro sistema de ego, regresamos al odio y al asesinato. Lo que cambia a medida que progresamos en el Curso y no existe una forma objetiva de medir esto —es la cantidad de tiempo que pasamos en nuestro ego, en oposición a la cantidad de tiempo que pasamos con el Espíritu Santo. Cuando se está en el ego, es el ego hecho y derecho. De igual manera, cuando estamos con Jesús, sólo hay amor, porque no hay nada más. Lo único que cambia es la cantidad de tiempo que elegimos pasar en estado demente —pueden ser veintitres horas al día y lo disminuimos a veintidós y tres cuartos. Estoy bromeando, por supuesto, en realidad no es cuantitativo —pero es el tiempo que pasamos con el odio o con el amor lo que cambia.
Por lo tanto, se podría haber trabajado una gran cantidad de odio hacia alguien, de modo que ahora vemos a esa persona como nuestro compañero de viaje, y no distinto a nosotros. Luego, de pronto nos atemorizamos y caemos en el ego otra vez y provocamos un pleito. Lo que podría ser diferente ahora es que somos conscientes de que simplemente nos dio miedo, y que nuestro estado presente es distinto de cómo estábamos anteriormente. Nuestro ataque, por lo tanto, puede que no sea tan intenso, o que la frecuencia y la duración no sean tan grandes como solían ser. Sin embargo, cuando estamos con nuestro ego, lo estamos totalmente, y uno se vuelve odioso, perverso y mezquino. Lo que cambiaría es que no creeremos en él con tanta fuerza como solíamos creer. Falta algo —el atractivo no está ahí, porque parte de nosotros sabe que es fabricado.
— Dr. Kenneth Wapnick