Michael Boxhall
En el sentido profesional, parece, según los registros, que he sido empleado (de mi padre); plantador de goma en Malasia; soldado en la jungla; ejecutivo de una compañía internacional de distribución de películas (cuenta de grandes gastos); negociador de las películas de Bruce Lee; almacenador de alimentos orgánicos; psicoterapeuta y consejero; acupuntor; terapeuta craneosacral… y lo que el futuro pueda deparar.
He sido terapeuta durante aproximadamente cuarenta años.
He sido budista durante aproximadamente cuarenta años.
Todo lo anterior, y algunas otras cosas con las que no te molestaré, son compost, abono. Oh, y también era atleta, pero eso fue hace mucho tiempo, ahora me siento muy mortal.
Y todo se junta en lo que trato de enseñar, que es, en el sentido de las palabras de Buda, que la iluminación está en el cuerpo. Aquí mismo, ahora mismo.
La sensación sentida de esto empezó mientras realizaba la formación en terapia craneosacral con Franklyn Sills, en sus primeros tiempos, antes de que se creara el instituto Karuna. Valoré mucho esa enseñanza —y sigo valorándola—, pues me ha llevado a desarrollar mi propio estilo, tal como él creó el suyo a partir de su trabajo anterior. Ojalá que todo el mundo enseñara su propia historia, en lugar de reciclar la de algún otro con la consecuente pérdida de integridad.
Espero que este libro haya demostrado que la esencia del trabajo, tal como lo veo ahora, es la rendición. Podríamos decir que lo que se necesita es la rendición del intelecto o de la inteligencia. Es un buen negocio; nuevas lámparas para los viejos o, en este caso, los limitados constructos de la personalidad, para el potencial infinito de la comunalidad.