Magali Monclús

En el instituto, cuando tuvimos que elegir estudios, me decidí por magisterio y psicopedagogía. Así, de golpe, antes de entrar en la universidad ya sabía que quería cursar estas dos enseñanzas. Y es que no me veía tanto como maestra de primaria, más bien quería contribuir en los procesos de aprendizaje de aquellos alumnos que tenían alguna dificultad o que les costaba por algún motivo, aquellos que parecían que no encajaban en el “sistema”. Lo que decía: me gustan los retos. Así, me decanté por la educación especial. En cualquier caso, ya en la universidad echaba algo en falta en los textos que estudiaba, Y posteriormente lo confirme en el aula. No sabía qué era, pero sabía que aquello no era lo que había imaginado.

Años más tarde, mientras seguía buscando mi lugar en el mundo profesional, decidí hacer la formación en terapia Gestal y a partir de ahí diversas formaciones relacionadas con el mundo del desarrollo y las relaciones personales. En este ámbito encontré lo que me faltaba. Era eso: ¡tenía que ver con la relación, con la mirada del otro! Mi visión tenía que ver con la educación donde la herramienta más importante del docente fuera el docente mismo y su vínculo con el alumno; el amor y la confianza en el potencial del otro, como centro de la relación.

 

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