Segunda parte
En la ciudad de Nueva York: Este artículo es la continuación de Impecablemente en el sendero (1), para tener un relato seguido léelo antes de este.
Proseguimos con «Impecablemente en el sendero», en memoria del doctor Ken Wapnick, es el primer capítulo del nuevo libro de Jon Mundy La eternidad según Un curso de milagros que dedica al que fue su inestimable amigo y tutor.
El encuentro con Hellen, Bill y Ken (continuación)
Ese encuentro se produjo en el pequeño apartamento espartano que Ken tenía en la calle diecisiete oeste de Nueva York. Al final de ese encuentro Ken y yo decidimos volver a juntarnos para seguir hablando. Y lo hicimos en la oficina que tenia en mi apartamento dentro del Seminario Teológico General, donde viví entre 1971 y 1977 mientras completaba mis estudios de postgrado. Trabajaba allí como instructor a tiempo parcial y también enseñaba en la cercana New School University. A Ken le gustaba venir al Seminario General Teológico que, tomando como modelo las construcciones de la Universidad de Oxford, alineaba sus edificios neogóticos del siglo xix frente a un rectángulo central con unos plataneros muy altos. La plaza de Chelsea es una de las gemas arquitectonicas más escondidas de la ciudad de Nueva York. A partir de ese encuentro consideré a Ken como un hermano mayor maravilloso, alguien con quien compartir ideas intelectuales interesantes y a quien acudir en momentos difíciles y ser escuchado sin sentirse juzgado.
Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto refugio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. Así se lo dijo la razón y así lo creyó porque era la verdad.
T-22.I.9:8-9
La piedra filosofal se fraguó en Nueva York
A las cinco semanas de mi encuentro con Ken, Helen y Bill, conocieron a Judy Whitson, directora de la Fundación para la Investigación Parasensorial en la ciudad de Nueva York. Judy se dio cuenta de inmediato de que el Curso es lo que en filosofía se denomina «la piedra filosofal»: eso que tiene el poder de darle la vuelta a todo y permite la visión verdadera. Judy y yo habíamos sido amigos desde los sesenta. Participábamos activamente en la American Society for Psychical Research, y ambos enseñábamos en el departamento de educación continua de la Universidad de Nueva York.
Mientras que Judy pronto empezó a dar charlas sobre el Curso y a encargare de su publicación, yo me puse a organizar charlas para Ken en mi casa de High Rock Spring, en la iglesia donde oficiaba en Central Valley y también en la Spiritual Frontiers Fellowship.
En 1979 la Fundación para la religión y la salud mental me encargó coordinar una serie de seminarios sobre psicología y espiritualidad. Hice un seminario con Ken y el padre Benedict Groeschel y otro con el doctor Thomas Hora sobre metapsiquiatría y psicología transpersonal. En aquel seminario, la futura esposa de Ken, Gloria, estaba sentada en el pasillo central. Recuerdo haberles visto haciéndose gestos cariñosos y pensé: Aquí está pasando algo interesante. Se casaron dos años después.
Ken sabía dirigir sin exigir. En el arte marcial del aikido, el maestro puede dar de vez en cuando un golpe al estudiante para ver cómo reacciona. ¿Se pondrá el ego en marcha y el alumno reaccionará con ira? Pedí a Ken que fuera muy honesto conmigo cuando comentara mis escritos. En este sentido, Ken me abofeteó varias veces, pero con la lengua, no con la mano. Si me ponía a la defensiva, el volvía a lanzarme la bola delicadamente. Y cada vez que lo hacía, yo sabía que tenía razón. Con Ken y Helen lo que siempre era una constante era su presencia. Ken ponía el listón muy alto y señalaba el camino con notable claridad. Una de las cosas que me asombraba de él era que pudiera ser tan amoroso, tan claro y tan fuerte; sin embargo, nunca me sentí atacado por él. A pesar de sus «correcciones», nunca me sentí juzgado por Ken o Helen.
Los «escogidos» son sencillamente los que eligen correctamente más pronto.
T-3.IV.7:14
A pesar de sus logros, Ken era asombrosamente humilde y raras veces hablaba de sí mismo. En más de una ocasión se le pidió que escribiera su biografía, y él siempre respondía: «No se trata de mí».
Los que son verdaderamente humildes no tienen otra meta que Dios porque no necesitan ídolos.
S-1.V.2:3
En una ocasión pregunté a Ken sobre la cuestión de tener objetivos, y él dijo que no se trata de conseguir objetivos. Los objetivos suelen ser cosa del ego. Nuestra tarea consiste en buscar y encontrar el camino que Dios ha establecido para nosotros. Como Helen, Ken aceptó su papel en la salvación y se dispuso a realizar el trabajo que tenía encomendado. Y lo hizo con clase, aglutinando en el camino una numerosa serie de ayudantes de primer nivel, entre los que se encontraban, además de su esposa Gloria, Rosemarie LoSasso, Jeff Seibert, Loral Reeves y su secretaria personal, Elizabeth Smith.
¿Qué hay? ¿porqué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar? (Jesús a la edad de 12 años hablando a sus padres en el templo.)
Lucas 2:49
—Jon Mundy
Continuará con la tercera, cuarta y quinta parte…que se publicaran en esta web los lunes a las 9:00 de las próximas tres semanas.
Excelente encontrar información con validez espiritual, para seguir el camino.