Los que son verdaderamente humildes no tienen otra meta que Dios porque no necesitan ídolos.
Homenaje, en memoria de Kenneth Wapnick
Homenaje al Dr. Kenneth Wapnick (AD-1)
El viernes 27 de diciembre del 2013, nuestro querido amigo el Dr. Kenneth Wapnick soltó su sueño de ser un cuerpo. Durante semanas nos estuvo recordando que no estaba muriendo. Enseñó como vivió, demostrando la idea fundamental de Un curso de milagros: «La muerte no existe». Ken Wapnick fue el primer maestro de Un curso de milagros y nos señaló a todos el camino a seguir.
El Grano de Mostaza, fruto del reconocimiento que profesó y sigue profesando a Kenneth Wapnick, ahora que se han cumplido tres años, aprovecha este símbolo en el tiempo para iniciar un homenaje al autor principal de la editorial. Ken supo transmitirnos la certeza de aquel que conoce y vive la verdad. Esta enseñanza no precisa de palabras, a pesar de que él fue prolífico en ellas, enseño demostrando y su efecto real fue percibido por todo aquel que lo conoció. Este poderoso y palpable efecto no conoce barreras de lengua o tradición.
La editorial se ha planteado revelar la figura de Ken por su importancia, tanto por lo que él representa en sí como por el número de obras ya publicadas, como por las que pretendemos publicar. Lo primero que me viene a la mente cuando se habla de Ken, y esto es una experiencia universal, es que las personas involucradas de manera sería con el Curso manifiestan que, a pesar de la irresistible atracción y reconocimiento que para ellas significó un primer contacto con los contenidos del Curso, no fueron capaces de entender lo que allí se postulaba, y que solo cobra sentido cuando se contempla con la luz y el entendimiento que Ken nos brinda. Esto hace plantearnos una simple pregunta: ¿Por qué se produce este fenómeno con Ken? La respuesta es simple como toda respuesta verdadera, pues Dios no es complicado es obvio: un mensaje que está dedicado a trascender el ego solo puede enseñarse cuando uno se ha desprendido de él. Esta certeza es rara en el mundo, pues el mundo está «fabricado» por el ego, es decir, una enseñanza que nos muestra los obstáculos en la mente que los humanos ponen para experimentar la presencia del Amor tiene que estar necesariamente contemplada desde una perspectiva en la que el ego no puede participar. Esta experiencia no es exclusiva de nadie, pero sí la decisión de quererla por encima de todo lo demás. En Ken esta decisión era patente y constante y por ello podemos vernos reflejados e identificados con su luz, pues en esencia esa luz es lo que somos.
Un último consejo a destacar. Ken nos dice: no hagas de las palabras o de la metafísica del Curso algo rígido o sagrado, no hagas del Curso o de sus figuras una nueva religión o secta, vive el contenido de Amor que de él emana y trata a todos con igualdad y gentileza. Entonces estarás haciendo el Curso.
A pesar de sus logros, Ken era asombrosamente humilde y raras veces hablaba de sí mismo. En más de una ocasión se le pidió que escribiera su biografía, y él siempre respondía: «No se trata de mí».
También es importante recordar que usamos la palabra homenaje, pero él no quiso ningún homenaje, así que quizás deberíamos decir «en memoria de». Sea como fuere, se trata de un intento de mostrar gratitud, respeto y admiración. No obstante, en coherencia con el Curso, y recordando lo único importante, cerramos con esta frase del Anexo A Un curso de milagros en «El Canto de la oración»
«Los que son verdaderamente humildes no tienen otra meta que Dios porque no necesitan ídolos».
—Félix Lascas