Uno o el otro
Veamos ahora el principio del uno o el otro según Ken Wapnick
Es crucial para el éxito del plan del ego que las personas en este caso sean diferentes, que actuen conforme al principio fundamental del uno o el otro, el modelo para el principio de mata o te matarán. Si he de escapar de mi pecaminoso yo, me dice el ego, entonces tengo que transferirle este pecado a otro, lo cual me hace diferente de él. A expensas de esta otra persona, soy yo quien ahora se ha vuelto inocente, la marca distintiva del inocente yo. De hecho, toda esta locura no debe ser motivo de sorpresa cuando uno considera exactamente lo que entraña el pensamiento original de separación: El Hijo es diferente de su Creador, y es su propio creador.
Lo que establece esta diferencia
Es el pensamiento de culpa lo que establece esta diferencia como la realidad, un hecho que el ego afirma que jamás se puede deshacer. Como hemos visto, de esta percepción original de diferencias surge inevitablemente todo un mundo de diferencias, el cual ofrece prueba contundente y justificación para el alegato original del ego de que lo imposible ha sucedido. “Mira a tu alrededor”, le dice el ego al Hijo, “y deja que tus ojos te muestren lo que es la realidad: separación y diferencias. ¿Crees realmente ahora que el Espíritu Santo te decía la verdad sobre la unidad de la realidad?”
Un mundo de diferencias
Y de seguro, su realidad aprisionada en un cuerpo sin memoria alguna de la mente¹ que urdió todo esto, el Hijo de Dios ve un mundo de diferencias, y nada más. En efecto, no hay dos personas iguales; no hay cosa alguna que sea igual a otra. Los científicos nos dicen que no hay dos copos de nieve que sean idénticos, y todos sabemos que las huellas digitales de cada miembro de la especie homo sapiens son distintas de las demás.
El lastre que arrastramos
Retomamos ahora el tema de la culpa. Esta es muy importante para el ego, es el lastre que arrastramos, esa parte sumergida. Ese malestar latente nos recuerda que algo no va bien, que inherentemente no somos idóneos, más bien todo lo contrario. Esta culpa se ve doblemente reforzada, por creer que nos hemos separado de Dios y que además lo hemos atacado, pues, para nosotros existir, Dios debe dejar de existir de acuerdo con el principio del uno o el otro y su consecuencia derivada de mata o te mataran. Entonces, la dinámica del ego depende de la creencia en que estamos separados y la culpa alimenta esa creencia y esa creencia alimenta la culpa en un bucle insano de demencia y olvido.
Primer nivel
El Curso, por lo tanto, puede entenderse en dos niveles. Cada uno refleja un énfasis diferente en cómo enfocamos el mundo y el cuerpo. El primer nivel abarca el contexto metafísico que hemos estado describiendo. El mundo se ve como una ilusión, sin existencia alguna más allá de la mente que lo pensó. La culpa que surge de esta creencia errónea es compartida por toda la humanidad y es inherente a la vida en un cuerpo, el símbolo de la creencia en el ego. Todas las experiencias personales de pecado, culpa y miedo encuentran su raíz en la capa más profunda del inconsciente, debajo de la línea de flotación del iceberg, sepultadas bajo las capas de defensas que el ego ha utilizado para protegerse.
Segundo nivel
El segundo nivel se relaciona con el mundo donde creemos estar. Aquí, el mundo y el cuerpo, aunque ilusorios, son neutrales. («Mi cuerpo es algo completamente neutro» L-pII.294), y pueden servir por igual al propósito del ego y al propósito de Dios. Este nivel es el foco central de la enseñanza, puesto que es donde puede aplicarse directamente el perdón. Perdonando las capas de culpa en la vida personal somos capaces de deshacer el error original de la culpa sobre el que descansa no solo nuestro mundo personal de dolor y sufrimiento, sino también el mundo fenoménico.
Félix Lascas
Este artículo está basado en las enseñanzas de Kenneth Wapnick
¹Debemos notar que el Curso utiliza mayúscula en mente cuando se refiere a la Mente de Dios. Sin embargo aunque se utilice minúscula en el contexto de las explicaciones no se refiere a la mente del homo sapiens; sobre los pensamientos de esta mente el Curso afirma que no son nada. (L-pI.15.1) Mas bien podríamos convenir que en este contexto cuando se refiere a mente se hace referencia al estado del Ser.